lunes, 18 de febrero de 2013

La Jungla. Un buen día para morir (A good day to Die Hard, 2013) - John Moore

Las luces están apagadas, aparece el logotipo de la 20th Century Fox, fondo negro, compases del himno de la alegría... ya me tienen.

6 años después de la última misión de John McClane y 25 años desde la primera vuelve mi héroe de acción favorito, ¡y de que manera!

Como ya es una costumbre desde la nueva ola de clásicos de acción que empezó en 2006 con Rocky Balboa, la base de las nuevas entregas es recordarnos por qué nos gustaban las originales.

En efecto los guiños a la primera película hacen su aparición en todo momento, con una dirección bastante ochentera alejada de los complicados planos y efectos digitales que Len Wiseman nos dio en su Jungla 4.0.

Aunque John Moore se empeña en poner unos curiosos zooms en más de una ocasión, que como marca de la casa me han parecido curiosos, aunque para nada necesarios.

Una banda sonora muy en la linea de la que compuso Michael Kamen para la primera parte que en cierta escena donde McClane atraviesa una cristalera llegan a sonar los compases del mítico momento manguera en el edificio Nakatomi.

Entre los guiños, se encuentran también frases de McClane que hacen referencia a las anteriores películas, la aparición de Lucy, una camisa de cuadros como en La Jungla 2, cristales rotos, una camiseta imperio manchada de sangre, la muerte de un helicóptero (McClane 5 - Helicópteros 0) o las caras de EPIC FAIL de los malos finales.

Nada más empezar la película, nos presentan a un ruso encarcelado, vemos al hijo de John matar a otra persona, como tercera escena, a nuestro calvo favorito practicando tiro y a un compañero que le entrega un informe de su hijo, se encuentra en una cárcel de Rusia...

- Pero... es Rusia, allí hacen las cosas de diferente forma.
- Yo también.

Primera frase lapidaría, y toda una declaración de intenciones. Tras haber destrozado zonas de Los Angeles, Washington, o Nueva York... sí John McClane tenía que salir de los USA, desde luego, como saga iniciada en los 80, el cuerpo le pedía ir a Rusia, como he dicho en alguna ocasión, los mejores malos del cine tras los nazis son los soviéticos.

Allí no se quedará quieto, tras asistir a un atentado en unos juzgados y ver atónito que a su hijo lo persigue un tanque militar, el policía de Nueva York, ni corto ni perezoso, roba una camioneta y empieza una espectacular persecución por suelo soviético. Espectacular, no sólo por la magnitud de la misma o el nivel de destrucción, si no por que está rodada con especialistas, con vehículos reales, y con golpes reales, tal como se hacía antaño.

Tras esta primera escena de acción, el ritmo no para, John McClane, como manda la tradición, no tiene una buena relación con su hijo, dejará bien claro que es su padre, que es un McClane, y que unos terroristas, por muy rusos que sean no van a dejar que le amarguen el día.

¿Y como lo consigue? Al estilo McClane, "entrando y montando un buen pollo".

Los grandes aciertos del film, se cuentan en un guión repleto de puntos positivos para una película de genero de acción, un trama sencilla, unos malos carismáticos, y lo más importante para una entrega de Jungla de Cristal, un guión fresco con unos dialogos desternillantes, donde el buen Bruce Willis puede brillar tan bien como lo lleva haciendo desde 1988.

Una de mis dudas antes de ver la película, era como se portaría Jay Courtney, puesto que mis dos anteriores encuentros con él fueron "Jack Reacher", comentada aquí, y la primera temporada de Spartacus, donde el pobre actuaba bastante mal.

El Australiano ha pulido sus defectos, desde luego no es el mejor de los actores, pero da la talla como hijo de Bruce Willis, y en ningún momento nos molesta, como si hiciera Shia Labeouf como hijo de Indiana Jones. Cumpliendo y estando a la altura de las circunstancias.

De los villanos, quisiera destacar lo ochenteros que son, unos rusos armados y pintorescos como ellos solos, desde un líder que come zanahorias y odia a los americanos, en especial a Reagan, un sicario rubio platino, otro con pendientes, trenza y perilla, o el checheno calvo forzudo que tiene más calor que todos, descamisado y repleto de tatuajes soviéticos.

Aunque es cierto que jamás se podrá superar a Alan Rickman y su Hans Gruber, desde luego este grupo de "malos" es toda una proeza de casting que sabían lo que estaban buscando en todo momento.

De Bruce Willis poco más puedo decir que no se sepa, él es la punta de lanza de la Santísima Trinidad del cine de acción, junto a Stallone y Swcharzenegger. Tan carismático como siempre, con sus clásicos chascarillos, y poniendo a cualquiera en su sitio, sea su hijo, un terrorista o un jefecillo de la CIA.

Toda una gozada para cualquier amante del cine de acción de los 80, que tras unos años llenos de basura, desde finales de los 2000 estamos viviendo un revival muy disfrutable.

Las viejas leyendas, nunca mueren.

Mi nota totalmente personal: 8.3/10

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